Encontré un lugar donde las palmeras crecían al lado de las parras y decidí quedarme para hacer vino con sabor a América Latina. Tuve el sueño claro, pero al revés, formando parte de una familia californiana en Chile, sabiendo que era hija de una familia riojana en España. Me quedé porque desde la viña se olía el mar y llegaban las gaviotas a posarse sobre los árboles. Y se veían Los Andes cuando no había nubes y se llenaba de pájaros que silbaban hasta cuando las estrellas. Porque la gente tenía un acento de esos que cantan al hablar y era marzo y eran vendimias. Y porque había llegado al país más lejos del planeta y me había encontrado con una casa que flotaba en frente del océano más grande del mundo. Y me olvidé de mi otra vida, porque estaba dentro del sueño, y todos los días eran una pompa de jabón y todas las noches eran una copa de vino. Y porque hablaba inglés con todas las culturas que llegaban hasta este rincón y porque era divertido estar sola en este cuento sin forma. 98 PARÁBOLAS PARA VOLAR Ahora me voy, porque me llama una brisa de otro pueblo y me queda una América pendiente. Porque es diciembre y es verano, y el año nuevo viene lleno de fuegos artificiales. Pero me quedo, porque Chile está en mi pecho y el mar lo veo cuando cierro los ojos. Ahora sí, las palmeras van a crecer en casa, entre parras del cerrillo.
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